martes, 14 de diciembre de 2010

Tener un árbol, plantar un libro, escribir un hijo







Pienso, luego existo. Siento, luego soy. Soy y luego lo siento.

En su calidad de sensible, el perverso ser humano ha admitido tener un afecto particular por ciertos valores, por ciertos objetos, ciertos personajes de ficción, inciertas ideas. En mi calidad de insensible, persevero en decir que no creo que se le deba restar valor a los tres fundamentos propios de aquellos animales, animales de los nuestros. Son estos pilares mucho más sólidos que lo sólido en sí mismo, mucho más armoniosos que la música en si, mucho más claros que claros amores, son clamores: el clamor al hogar, el clamor a la vida y el clamor a la lucha.

Por más que hoy la superficialidad y el consumismo pretendan sobreponerse a estos clamores, se sabe que en el fondo de cada cerebro humano están los recuerdos y construcciones personales que nos harán volver, o llegar pues quizás jamás se ha estado en tal estado, a un nivel en que lo banal deja de oscurecer los anhelos auténticos y en que lo material empieza a transofrmase en el camino para llegar a un sentimiento más ingenuo, más inocente y tal vez más puro.

El clamor al hogar, es el clamor a lo propio, a lo que uno pertenece, y a lo que le pertenece a uno, como el perro que era nuestro y de la calle que lo vio nacer. Es clamor a su país, a su cultura, a su lenguaje, a su colegio, a su calle, a su pieza, a su cajón, a su barquito... En tal dimensión yo tengo un árbol, el que quizás sin ideas ni ganas de nada soportó las inverosímiles personficaciones que se le hicieron, soportó el peso de los jóvenes soñadores que también lo quisieron, compartió sin objetivo aparente sus frutos con el archivo de la infancia. Es el árbol compañero, ícono, presente pero lejano y prohibido.

El clamor a la vida es el clamor a los detalles y a lo grandioso que, entre tanta tecnología detestable que sólo satisface la necesidad de dejar de sentirnos nosotros mismos, de a poco dejamos de percibir, incluso de considerar. Hoy es un clamor de película, como si fuera ficción, como si no existiera tal, o cual...mal, mal. Es el clamor a la música, a la ficción, a la creatividad, a lo eterno. Y aquí, yo planto un libro, el que ya lo conoció todo, pero cuyos frutos, desechos y monóxido carbónico debe compartir. ¿Se le llama historia? ¿Ciencia? ¿Filosofía? ¿Conocimiento? No, si tuviera que llamarle, le llamaría Primavera. No, poesía. Pero no se llama, es, y es la vida.

Y el clamor a la lucha es la apropiación inteligente de la indignación, que cuando fuerte, es una fuerte lucha; que cuando débil, es una debilucha. La indignación ante la estupidez, ante la soberbia, ante la mentira, ante el egoísmo, ante la omisión, ante la hipocresía, ante la sinvergüenzura, ante el criminal de las ideas y el traidor de la confianza, esa misma, no inspira odio hacia sus sujetos y objetos, inspira clamor hacia su predicado y hacia el camino para llegar a aquel, Raquel. Entonces, escribo un hijo, y espero jamás dejar de hacerlo.

"Amo la humanidad, lo que me revienta es la gente" Quino, a través de Susanita.

Continuará...

jueves, 9 de diciembre de 2010

Una paja en un pajar


¿Hay algo más difícil de encontrar que una aguja en un pajar?
-Una paja en un pajar.

Por muy similares al ojo humano que se vean, no hay una paja idéntica a otra, así como no hay una vaca idéntica a otra o una hoja. La distinción consiste en el interés y cercanía que el observador tenga con el objeto.

Y la dificultad no es encontrar una paja cualquiera en un pajar, claro está, se trata una específica la que, propongamos, tiene un hechizo debido al que el que la encuentra tendrá la facultad para adquirir una habilidad humana a su elección, para no entrar en el burdel de la fantasía.
¿No preferiríase que el hechizo estuviese en la aguja que acabamos de encontrar dentro del pajar?

Se cuenta la historia de que Doris, luego de haber capturado por casualidad dos agujas de dos distintos pajares había llegado a notar que más que su diferente apariencia del resto del pajar, nada de especial tenían éstas, siendo ordinarias en su escencia. En ese mismo tiempo escuchó hablar del mito precedente y con una perseverancia propia de un gusano de seda comenzó la búsqueda. Una tarde se dirigió al vigésimo séptimo pajar de la región en la búsqueda de aquélla, la única. Una a una las iba separando, tocándolas con ciudado pues sabía que la indicada tendría que tener al tacto una cualidad especial. Luego de tres horas de trabajo ininterrumpido fuera de los sobresaltos que le significaron los pinchazos de un par de agujas encontradas, la sintió y exclamó emocionada: -¡Qué paja!.
Vivieron felices hasta el final de los tiempos.

Hay quienes cuentan que Doris nunca encontró la paja mágica, sino que sin darse cuenta escogió una al azar y a pesar de parecer una paja cualquiera entre todas las otras, terminó por desarrollar tal vínculo con ella, la que -sin importar si por el afecto que le tenía o las cualidades propias de la misma-, parecía ser la más grandiosa paja del mundo.

Continuará...

lunes, 29 de noviembre de 2010

Always in betwin...

Siempre ahí cuando no se le llama, siempre presente cuando menos se le quiere, fisgoneando, husmeando, interrumpiendo con un desatino exacerbado.

Continuará...

lunes, 22 de noviembre de 2010

Contemple el a cero

Así como en el reino de los ciegos, el tuerto es rey, luego de tantas derrotas abominables un empate llega como un glorioso y anhelado trinufo. Le devuelve un poco el alma al cuerpo, alejándonos cada vez más de Inés Mesa, logrando una independencia fría, desabrida, sin sentido pero sosegada. Cual Universidad del Estado que luego años de inestabilidad por el desdén e indiferencia recibida por parte de aquél, logra nivelarse en números azules mediante la privatización.

Al fin y al cabo, solo sabemos que en el reino de los Diegos, el muerto es gay. Y el tuerto también.

Continuará...

lunes, 8 de noviembre de 2010

Proyecto 666

Como seres humanos tenemos infintas áreas de desarrollo las que van en beneficio o perjuicio de nuestras propias proyecciones.

Para las magnitudes de naturaleza, vida y existencia que hay en el Universo somos absolutamente irrelevantes. Para el orden universal la muerte de un ser humano pasa completamente inadvertida. Por eso es que no le adjudico mayor importancia, mucho menos mística, al filtro del detalle de mi propio exterminio. No es intuición, es conocimiento. Son seis años en cuenta regresiva, una broma para el planeta pero una urgencia en nuestros términos.

En una sociedad indignantemente desigual con una esperanza de vida que bordea los ochenta años, no me voy a permitir el lujo de dedicarme a la vida social si cuento sólo con el trece porciento de ella. Renuncio, pues, a la familia, a la amistad y al amor, quedando nada más que el trabajo concentrado en seis ideas tras seis proyectos en seis años.

No debe ser una limitante del trabajo la espectativa personal sobre los resultados. Es nuestro deber como privilegiados concentrar los esfuerzos en avanzar por el camino hacia lo que puede o no llegar a ser un aporte, el que depende de nuestras capacidades mucho más que de nuestras intenciones.

De este modo, sin mucho que ofrecer, sólo me queda esperar "que la reseca muerte no me encuentre vacío y solo sin haber hecho lo suficiente...".

Continuará...

domingo, 31 de octubre de 2010

With all due respect



I'm just a small piece of this world, with no particular relevance, I accept life just the way it is with no attempts to change the way it works, respecting every part of this huge universe and their right to be, to exist...

I'm just a human bean.

Continuará...

sábado, 23 de octubre de 2010

Esa tarde llover gente correr



El tiempo en que viví en Londres no aprendí más que en Zanzibar, ni menos que en San Petersburgo. Aprendí lo justo y necesario.

Mucho antes de que los ingleses fuesen mayoritariamente albos, llegó a la capital uno de esos días lluviosos que amenazaban con durar años. Producto de de una fuga de gas oxígeno de la planta del pie de limón, la lluvia generó cambios raciales hasta el día de hoy perdurables.

Desde aquel entonces le llamamos Blondon.

Continuará...

martes, 19 de octubre de 2010

Diego Fredes no tiene quien le escriba

A casi treinta años del fatídico día en que se le ocurrió abandonar la causa que incluso en plena juventud consideró una obstinada locura con olor a obsesión sustentada en difusas e intrincadas ideas que no eran más que el anzuelo de su propia caña, se encontraba frente a la máquina de escribir en una sala fría, sin ningún tipo de decoración u orientación, llena de todo pero carente de un todo, sin poder avanzar más de una frase en lo que sería el tercer intento de su ya forzado proyecto de escribir su novela.

UNA novela debía estar inspirada en vivencias y experiencias dignas de ser relatadas, que a sus optimistas veinte años jamás pensó que tardarían tanto en llegar. Ya habiéndose rendido de esperarlas, se había propuesto inventar sobre la base del recuerdo que más sentimientos le indujese, de esos sentimientos que son pura palabra, pura historia e historia pura, y no tuvo más opción que volver al anzuelo.

EL anzuelo le contaba historias que en su conjunto representaban los mejores 7 meses de su vida con una vecindad de 5. Veía pasar senderos vegetados, ríos recónditos y secretos irreproductibles; lágrimas contenidas que se intimidaban frente a los goterones de duchas interminables; una primera sonrisa escabullidiza, itinerante y sorpresiva; campos, pastos, sábanas, terrazas, asientos, calles y bancas; celebraciones heterogéneas con gusto a timidez, confrontación, calidez, acercamiento, nostalgia y revolución; alturas observadoras, melodiosas frente a un mar testigo pero discreto; olores madrugadores, conversadores e irrenunciables; palabras virtuales, reales, difusas y poderosísimas; noches solitarias y abrumadoras inundadas de irreflexiva osadía; tardes lúdicas, inigualables, serenas, perfectas; encuentros inesperados y reacciones impensadas; aventuras fantasmagóricas y anécdotas sublimes; sueños irrumpidos por deberes y complicidad; inflexiones al tiempo y al deseo, desdichadas y desgraciadas; cotidianeidades culinarias, recreativas, inéditas y deliberadamente idénticas; soledades imperceptibles y compañías eternizadoras, motivantes, creadoras; alteraciones incontrolables, alienantes y perturbadoras; rutas silenciosas, agraciadas, anunciando alegrías y pormenores; abrazos inexpertos, indecisos e inconclusos...

FINALMENTE, luego de un suspiro comenzó: "Esos seres, los que pueden cambiar lo indefectible, no existen sino en las novelas y yo existo en la mía, por lo tanto voy a cambiarlo".

Continuará...

viernes, 15 de octubre de 2010

Sí a lo gobernado por el Diálogobernado

No me siento un ser humano porque Soy... sino porque Doy.
No espero algo a cambio porque Di... sino que di porque Sí.
Y no creo que las cosas vayan a cambiar porque Dé... sino porque Sé.
La esperanza no es en vano, quizas todo cambie y no por lo que Digo... sino porque Sigo.
Quizás no bastará para todo con lo que Sos... puede que falten Dos.
Uno no aprecia a la gente porque tengan un Don... sino por lo que Son.
A caballo regalado no se le mira el Diente... sino lo que Siente.

¿Cómo terminar con esta triste Saga... hará falta utilizar la Daga?

No tengo la voluntad de quedarme sentado acumulando Sebo... hay que respodner al país, se lo Debo.
No peleo por el fin a la desigualdad porque es un Derecho... sino porque no vaya a Ser hecho.
No espero convencer porque amenace con el Diablo... sino porque Sí hablo.
No me deben intimidar los pesares porque esto vaya a Decaer... porque Sé caer.
Hay que compartir lo que se aprende en las Salas... ¿te piden garantías? Dalas.
Y no porque alguien como tú no va a Soler hacerlo... vas a olvidar que va a Doler no hacerlo.
No se trabaja duro porque es un gran y lindo Sueño... eres responsable, de tu futuro eres Dueño.
No consideraría al Jesús un ejemplo por ser Divino... si no porque Sí vino.
No seguimos adelante porque aún no ganamos el Duelo... sino porque no ganamos ni el Suelo.
Rescatemos lo mejor de una sociedad Dolida... una organización Solida.
La lucha eterna no se hace porque Significa... sino porque Dignifica.
Lo que logremos no es lo que el poderoso Determinará... su cómodo reinado Se terminará.

Y me indigno ante todo porque no soy Siego... soy Diego.

Continuará...

miércoles, 13 de octubre de 2010

La Gata Misha 1


Continuará...

martes, 5 de octubre de 2010

Inédito

A veces piensas o estás seguro de que nada de lo que puedas hacer, ya sea pintando, escribiendo o dibujando podría llegar algún día a ser siquiera razonable para el gusto general. Por esto terminamos siempre escribiendo, tomando notas de nuestros pensamientos interiores sin hacer publicación o caso alguno a los escritos resultantes. Que por qué hablo en plural, quizás por el simple hecho de querer sentirme vocero de alguna población diminuta que se vaya en un futuro imposible a identificar con esto. Da igual, siempre da igual, y no me refiero a las ecuaciones, no, sino a esta situación en que considerando todo lo anteriormente dicho poco es lo que me importa conservar un estilo, mantener una historia, adaptarme a las capacidades de entendimiento de alguien que estará indudablemente fuera de mí.

En muchos sectores, espacios y tiempos diferentes se conoce el surrealismo o el dadaísmo. Vanguardias que por su parte hacían o intentaban hacer relatos completamente espontáneos producidos casi sin intervención física, no es eso lo que intento llegar a hacer, no intento llegar a hacer nada específico, nada previamente hecho, pero todavía algo me lo impide y es el hecho, la cosquilla, el murmullo de esa voz consejera que responde inequívocamente a la pregunta del qué dirán, y mientras no me decida yo a realizar lo que mi valiente pre-yo se dispone tan enfáticamente, deduzco que estoy de acuerdo con ello o que el respeto para esa estadística es mayor que el que guardo para mí.
Sin embargo, no pienso ponerme a esperar que esa fase de debilidad se vaya y así conseguir mi propósito inicial, no, intentemos ser felices ignorando los temores, ignorando las faltas, ignorando la certeza de que todo podría ser mejor.
Qué mejor forma de hacerlo que seguir un patrón, una de esas gastadísimas pautas de escritura en que le sugieren a uno agregar o quitar fragmentos, utilizar ciertas palabras claves o qué otra barbaridad que se le ocurra al grupo que en un comienzo indefinido las creó, aunque estoy decidido a pensar que el que crea las reglas no es, en absoluto, el que las escribió, sino el conjunto de personas que optaron por seguirlas, acatarlas y hacerlas dignas de respeto.
En todo caso no era ese mi punto, no era esa la pauta con la que quería romper el límite entre esas dos sensaciones expresadas en un principio. Mi punto es diferente al geométrico, se compone de bastante más que una marca que pueda dejar cualquier lápiz existente de aquí a trescientos mil años hacia ambos lados de la línea cronológica, y, además, consta con un circunloquio a modo de introducción monumental, cosa que debe parecer bastante evidente a estas alturas del escrito.
Dolor, dolor, satisfacción, dolor, son la respuesta a preguntas como el qué pasa dedicadas a cuatro sectores de mi cuerpo. Dolores físicos, para no preocupar al lector, que esto no será un derramamiento de penurias y lamentos, que para eso ya existen las cebollas procesadas y producidas a lo moderno. Roca, silla, chocolate, encía. La relación entre estas palabras y las que cualquier persona suficientemente humana podría identificar es evidente.
Basta de esto, siento que las influencias pueden más que la cosecha propia. Y la pauta...cuándo. Hasta a mi me hace sonreír. Una presentación le haría bastante justicia a lo que llamaría un escrito encasillado, pero, al mismo tiempo, me desagrada en una medida considerable. Por esto, desisto.
Por el momento continuaré, simplemente continuaré. Qué olor aquel, el que emana la almohada propia en la mañana al despertarse luego de bastantes horas de sueño. Ese olor que parece fuese la escencia de la estructura física y que, debido a razones equinas, alusión a la acción de repetir lo de las masas, parece desagradable, pero que luego desengaña a la nariz y nos convence de que es algo propio, algo personal, que nos identifica con nosotros mismos y que no hay vergüenza alguna que se presenta al aceptar que es irremplazablemente mi preferido.
- ¿Con que cazando ideas, ah? -
Ah, por fin algo que interrumpa la monotonía inicial. Alguien ha interrumpido estas palabras con poco sentido para, quizás, entretenerme.
- Buena la presentación que me has hecho. Y a qué se debe esta nueva forma de ignorarme y aparentar que hablas solo -.
No sé si sería necesario dejar en claro algunos puntos antes de continuar tranquilamente lo que ya a comenzado, para que haya un entendimiento claro, más ligero.
- Ejem, disculpa, ¿Me escucharías un segundo?... -.
O probablemente ya es hora de que confíe en fantasmas futuros e inexistentes, por lo demás.
- Mira, si estás intentando hacerme creer que ya no me necesitas, olvídalo, bien claro tengo tus ideas, bases de humano, planes futuros, y todo lo que puedas recolectar de tu individualidad-.
Lo siento, pero no eran exactamente mis intenciones dejar de lado a quienes más aprecio. Hasta hace un momento atrás me encontraba dirigiéndome hacia otro público, uno que todavía no existe.
-Ah ¿sí?.Bueno y cómo es que yo no lo identifico o lo veo si quiera-.
Por la razón fundamental de que esto es algo que por primera vez en siete años, aproximadamente, se origina a raíz de una iniciativa propia, no de todos nosotros.
- No exageres, en todo este tiempo que nos conocemos, ¿Siete años dices?, más de alguna vez te has lanado con algo por tu cuenta. No es que estés todo el tiempo con nosotros, o conmigo, más bien, a cuestas. Qué hay del colegio, tus estudios -.
Si podría considerar eso pero de no ser válido no sería un aspecto negativo que vea de esta relación.
- Y qué hay con este público, ¿Por qué no me integras?, o prefieres que me vaya -.
Precisamente hacía notar el hecho de que tu llegada haría cambiar el rumbo que el escrito llevaba, ¿Y donde está Francis?
- Creo que poniendo atención a toda la escena que ahora vivimos para poder intervenir conocedor de todo detalle, como siempre lo ha hecho -.
Por supuesto.

Rancagua, 11 de diciembre de 2003.

Continuará...

domingo, 26 de septiembre de 2010

Anuálisis

Lo disfruto y desperdicio entero, febrilmente sobrevivo... hasta que me marcho al abril la puerta y es ahí cuando llega el problema mayor.
A cuatro manos meses la cuna -o no me se más trucos a la nuca-, ya siete veces, anunciando el fin, anunciando octover.
¿Se acaba ya? ¿No ocurrirá? No digas nunca, di siempre...

Continuará...

lunes, 20 de septiembre de 2010

Odiosa odisea

Hoy he librado bestias brutales, caníbales, nefastas... olvidadas, finalizando necedades.

Elemental, mi querido Random.

Continuará...

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Al partir, un atlas y un reloj



Tenía 7 años cuando recibí como regalo de fin de año un reloj blanco y un Atlas Geográfico. Fue mi primer reloj y lo usé imparablemente durante nueve años. Un impar de años después, sin razón aparente un segundo reloj, negro esta vez, llegó a muñeca. Sin saberlo satisfice durante cinco años una necesidad que se demoraría diez en llegar. Quién lo hubiera dicho, un regalo íntegramente premonitorio. No fue un presente, fue un futuro.

* * *

"No llegaron a los soportales donde estaba el cine, por­que de camino se toparon con Watch, el amigo de Sally.

Watch era un muchachito que llamaba la atención. Tenía aproximadamente la misma estatura que Sally, con lacios cabellos rubios muy pálidos, orejas enormes y largos brazos que casi llegaban al suelo.

Adam descubrió de inmediato de dónde provenía su apodo de Watch. En cada brazo llevaba dos grandes relojes. Tal vez hubiera alguno más en sus bolsillos. Vete tú a saber.

...se­ñaló los brazos de Watch—. ¿Por qué llevas tantos re­lojes? ¿No tienes bastante con uno?

—Me gusta saber en todo momento qué hora es en cada rincón del país —contestó Watch.

—Existen cuatro zonas horarias en Estados Unidos —explicó Sally.

—Ya lo sé —dijo Adam—. Kansas City va dos zo­nas horarias por delante de la Costa Oeste. Pero... ¿por qué razón deseas saber qué hora es en cada zona?

Watch inclinó la cabeza.

—Porque mi madre vive en Nueva York, mi herma­na en Chicago y mi padre en Denver —explicó Watch, y luego, encogiéndose de hombros, añadió—: Me gusta saber en qué hora vive cada uno de ellos.

Había un dejo de tristeza en la voz de Watch. Adam tuvo la sensación de que no debía preguntar por qué la familia del chico estaba tan esparcida. Sally debió de sentir lo mismo, porque pasó por alto la explicación de Watch, y siguió charlando."

Ch.P.

Continuará...

lunes, 13 de septiembre de 2010

Tres años de Soledad

Si bien era extranjera, sentía más apego por esta tierra cálida, sucia y chismosa que por esas que dejó siendo aún capaz de mirarse cada parte de su cuerpo sin obstáculo, esas que se esconden tras las gélidas frazadas arrasadoras de toda vida. Eran silenciosas, sí, pero no estaba dispuesta a ceder ni conceder adulación alguna al recuerdo que sólo le traía abandono y decepción a la demente.


Tan ágil como su juventud se lo permitió comenzó a establecerse por la vía de los negocios instalando un pequeño puesto que consistía en una tabla enmantelada ubicada sobre dos bidones vacíos de bencina, en el que vendía chocolates hechos por sus propias manos vírgenes y pensados por su incipiente resentido creativo. Al principio los clientes se conformaban con los cubitos amargos que utilizaban para saborizar la leche y el café, pero al cabo de algunos meses tuvo que triplicar la producción de animalitos de todos los tamaños y cuadruplicar los baños de pan amasado con manjar pues constituían un alimento básico para todas las familias de la villa. Con el tiempo, fue capaz de construir un almacén de madera y techo de paja, con un ventanal de vidrio y cortinas de color beige, y sobre la puerta un letrero en el que talló "El sabor róbasle", de modo que parecía que en la ciudad entera no habría tienda ni contienda capaz de quitarle la lujosa y gulosa clientela del número 27 de la calle San Frederico.

Sin embargo, sí la hubo. Con la llegada de los argentinos, se instalaron en el centro de la ciudad los grandes mercados de la fruta, que luego comenzaron a importar verduras y cereales y más tarde vestimentas y artículos para el hogar, hasta el punto en que había nada que no vendieran, inluídos artefactos de ferretería y, por supuesto, golosinas. Fue cuando decidió inscribirse en el taller de pintura que dictaba la Municipalidad, cuyos cupos siempre quedaban en el olvido, así que la falta de estudiantes le permitía al joven profesor ciudar de los tres perros vagabundos de la plaza con la esperanza de que se tratara de tres especies fantásticas, silenciosas admiradoras del arte, de su arte. Y así fue como se transformó en la mejor y a la vez peor alumna del taller. Le planteó al maestro que tenía intenciones de aprender pintura para ganarse la vida -aunque con las dificultades que lidiaba en el momento lo que realmente quería era ganarse la muerte-, lo que aparentemente fue un gravísimo error, pues le valió tres horas de sermón sobre la vileza del lucro, la pureza del arte y el valor de la austeridad. Al cabo de tres meses, el joven le dijo con solemnidad que se encontraba lista para comenzar a utilizar pintura, puesto que durante todo ese tiempo había estado practicando los movimientos del pincel sobre la tela logrando la concentración necesaria para transmitir los sentimientos, técnica que cuestionaba profundamente, que acataba con impotencia y atacaba con impaciencia, pero que logró que desarrollara una sorprendente habilidad para trazar sus sueños y anhelos en la lona, cual si lo hiciera con chocolate. Una vez adquirida la destreza, se empecinó en alcanzar un gran talento y así empezar a participar en las instancias de competencia por algún premio que le permitiera hacer la compra del mes, pues el arroz molido la estaba dejando en un crítico estado de desnutrición. Logró sobrevivir un poco más de un año pero muy pronto dejó de bastarle pues los cartones de las menciones honrosas ni si quiera servían para un buen caldo de hacha. Al cabo de tres semanas no hubo curso ni concurso que la motivara a levantarse de su catre de media plaza.

Sentía que todo se había acabado, ya no tenía suelo ni consuelo, ni siquiera la rodeaban los vívidos colores que antaño cubrían las tres paredes descubiertas que tantas historias entre ella y sus miedos encerraban. Todo era lúgubre y monótono, excepto el recuerdo de lo que esperaba que fuese su futuro que dejó de ser tan sólo un recuerdo gracias a la intervención de una cuerdas más bien locas que no le permitieron llegar a comprar otro kilo de arroz para sus próximos tres almuerzos. Lo había decidido: su tercera empresa sería la composición musical. Durante tres semanas se sentó fuera de aquella casa sin antejardín a escuchar y registrar todo lo que el músico ejercitaba y el sábado en que concluyó tal labor golpeó la puerta con el lápiz grafito que la acompañaba esos días, con la determinación de no volver a su casa sin un trabajo. Por tercera vez partió desde cero, y por tercera vez todo parecía salir a la perfección. Su trabajo consistía en escribir nuevas e innovadoras melodías que su guitarrista -quien resultó ser una mujer que tocaba su instrumento como terapia de relajación desde que hace 20 años su terapeuta se lo recomendara producto del abandono por parte de su madre quien se fue con la excusa de buscar la identidad de su padre que hasta esa fecha nunca encontró, razón por la que vivió de ahí en adelante a costa de sus padrinos que eran un par de ancianos convenientemente acaudalados y sin descendencia; era joven, de unos treinta y cinco años y aparentemente se encontraba a la espera de que alguien como ella le tocara la puerta- tocaría posteriormente en los paseos más transitados de la ciudad, acompañados con letras que ella misma recolectaba y mezclaba desde los poemas de Alfonsina Storni. Mucho más temprano que tarde recibió la oferta de que su artista tocara por las noches en uno de los restoranes del paseo principal, "El Buen Amigo", donde le agregaron el requerimiento de que la presentara con un nombre que la distinguiera. Fundó a su compañera como "La Sombra del Mar" y le compuso un repertorio idóneo para la noche más larga y poblada que tuvo jamás ese local: temas traquilos e imperceptibles para momentos de conversación, temas dinámicos y contagiosos para momentos de agitación, temas profundos y dedicados para momentos de pasión. Y fue un éxito, comprobado por el acercamiento de una señora mayor que con cierta elogiosa elegancia le propuso participar de un Gran Evento Musical organizado por la municipalidad en el que ya se contaba con expositores de renombre y a realizarse en un futuro con relativa proximidad. El entusiasmo del nuevo desafío le duró lo suficiente como para ganar tanto que pudo cambiarse a una casa más amplia y más cerca del centro, mejorar su bienes inmuebles y su vestuario, incluso para regularizar su dieta alimenticia. Pero como fue la tónica de sus experiencias en el emprendimiento continuó contradiciendo el dicho de que lo que empieza bien, termina bien y por tercera vez fracasó. Pasados algunos meses sus composiciones empezaron a escacear y ya nadie quería gozar de la compañia de la Sombra del Mar, no sirvió la compañía de una percusión, no sirvió la nueva tenida ni contenida en un enchapado de oro atraería la atención de los clientes. Su esperanza terminó por agotarse cuando se enteró de que la única oportunidad de resurgimiento que tenía no había sido más que una cruel y angustiante farsa, no era cierto ni concierto hubo, por lo que con la ayuda de la infiel banalidad de su público se autoexilió de la senda artística abandonando a Sombra, la mujer sin sombrero.

Si había autodefinido opositora irrenunciable a los dichos populares. No venció en su tercera, aunque siguió jamás lo consiguió, nunca abarcó mucho pero apretó aún menos, madrugó durante tres años y no recibió ayuda del dios, recibió mucho mal y el bien se quedó durmiendo, en fin, le estaban sacando los ojos los cuervos que nunca creyó criar. Rendida y cansada, asumiendo su suerte irrevertible de que no lograría vivir sin la dependencia de la explotación, pasó los siguientes años de su vida de mesera en El Buen Amigo. Allí, un cliente frecuente, profesor universitario de astronomía, le conversaba todas las tardes en la hora floja sobre su estudio e investigación en términos que ella pudiese entenderle. Sintió un gran temor al notar que su espíritu emancipador la estaba haciendo soñar de noche y de día con una vida estudiantil y que empezaba a tener sed de conocimiento, más los ahogó radicalmente una tarde al volver a su pieza -en la que vivía hace años luego de haberse visto en la necesidad de vender la casa que su dedicación le había otorgado- evocó las frustraciones de su pasado. No quiso acercarse a la ciencia ni conciencia adquirir de lo que se podría estar perdiendo, de lo que desconocía, de lo insondable. Y mucho más consecuente que milagrosamente, cuando empezaba a acostumbrarse, es más, a disfrutar su estilo de vida sin considerarse una fracasada, sin esperar más de ella misma, a valorar los encuentros que su trabajo le ofrecían, a aprovechar las virtudes del oficio, fue cuando las cosas empezaron a andar bien, o quizás sigueron el curso por el que estaban destinadas a pasar y que como humanos interpretamos a nuestro favor o a nuestro pavor. Su dedicación hacia la clientela generó lazos que si bien para ellos eran propios de su cotidianeidad para algunos marcaron su historia de manera íntima y por la eternidad. Luego de trece días de ausencia, cierta mañana llegó la noticia de que Antonia, una anciana que infaltablemente cada mañana pasaba por un té con leche acompañado con tostadas con mermelada de mora, había fallecido de muerte natural dejándole todos sus bienes heredables "a la cordial señorita que le daba el desayuno en las mañanas, La Buena Amiga que debía ser, que por recibir de ella lo que ofrecía era la única persona que le recordó hasta el último día que seguía siendo un ser social capaz de dar". Lo mismo ocurrió más tarde con el profesor de Astronomía y después con un militar retirado. Producto de estos reconocimientos, logró la estabilidad que anheló y tanto se desgastó por conseguir. Compró El Buen Amigo y siguió atendiendo con igual dedicación a los solitarios y no tan solitarios visitantes que entraban para reuniones de trabajo, para satisfacer su hambre de cuerpo y su hambre de humanidad. Se pasó tres años de su vida buscando la forma de encantar al mundo para ganarse la tranquilidad que al final no ganó dando lo más rebuscado sino lo más básico, sencillo y tan poco evidente.

Tres días antes de morir descubrió que el militar que la había incluído en su herencia visitaba El Buen Amigo desde los días en que Sombra tocaba públicamente, con la esperanza de volver a encontrarla para establecer un lazo inexistente que quizás podría nacer por la voluntad, y cuando empezaba a decaer su atractivo para los espectadores, aprovechó el tiempo muerto para acercársele y entablar vagas conversaciones que no llevaban entre sus líneas ninguna clase de compromiso. Sombra no era hija del Coronel ni descendiente ni condescendiente, mas lo sentía cercano como si intuyese que algo más allá del protocolar saludo los unía. Ese mismo día y contrario a su definición, escribió el epitafio que quería que se recordara, y que fue impreso en el muro principal del restorán a vista de todos los futuros clientes: "El que busca encuentra, y el que no, también. Firma, Soledad Garzón S.".

Continuará...

domingo, 12 de septiembre de 2010

A media hasta

Me das un gran dólar
y yo ya no puedo volar.

Dices que tengo que cantar insignias filosóficas,
y nada más.

Qué fácil todo ojo regalas
la uva madura antes de mi.

Recuerdo una cita necia,
en algún momento existen los animales.

Buenas noches amigo y enemigo.

Continuará...

lunes, 6 de septiembre de 2010

Sino tumultuoso, vacío silencioso

Las sorpresas emergentes de presente intransigente con un sueño aún vigente y futuro convergente ameritan detergente y un sustento atingente. Es urgente, muy urgente, eliminar de su pasión a cualquiera sea el agente, pues en tiempos exigentes con raciocinio de regente, sólo encuentran un camino por lo bajo divergente. Si se busca una respuesta diligente e inteligente al enorme contingente de dudas resurgentes, es que para no ser indigente no hay que ser más dirigente aunque no sea indulgente el recuerdo de la gente.

Continuará...

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Iniciar Cesión

Muchas veces coincidimos en la meta final a la que queremos llegar, pero quizás más veces aún diferimos en la forma de cómo lograrlo. Si efectivamente tenemos la razón y el corazón al servicio de aquello no será el orgullo, ni la soberbia, ni el rencor, ni el afán de protagonismo lo que nos impida avanzar con destello.

Y avanzar parte por ceder, sin morir. Pero no por desinterés, eso es ofender la dicusión que se trabaja previa al consenso. Tampoco por retirarse y rendirse, olvidando que la unión hace la fuerza. Es ceder teniendo la convicción de los argumentos, la pasión del camino y la garantía de un futuro, menor, pero efectivo y aún así hacer prevalecer la unión por llegar al fin mayor.

No es casualidad que ceder sea el inverso fonético de redes. Ni que laicos lo sea de social.

Hear de noices...

Continuará...

sábado, 28 de agosto de 2010

Tocata y Fuga


Juan no estaba familiarizado con las aventuras amorosas ni con el rol del hombre que pudiera cumplir con la mínima espectativa. A pesar de no haber tenido jamás contacto con una mujer, suponía que no debía ser muy distinto del contacto experimental que compartía con sus amigos en el colegio cuando, con la excusa de estar espiando a sus compañeras, aprovechaban el solitario camarín para satisfacer su curiosidad y el deseo que se tenían los unos a los otros.

Y, así, siendo un mero aprendiz ofreció cielo, mar y tierra a quien aceptara ser el prólogo de su novela sexual, a través de un aviso en el diario cuyo titular anunciaba "se busca tinta".

La estupenda recepción que tuvo entre las solitarias su particular oferta casi le cuesta la vida de su madre, quien ya a sus 70 años no estaba en condiciones de recibir veinte llamados diarios inundados de lujuria y promesas irrealizables, que Juan anotó con ciudado y analizó con detenimiento.

Luego de descartar con recato a Patricia que ofrecia hacerle rimar la primera cita con la que viene; con resguardo a Rita que quería ponerle todos los puntos a sus íes hasta dejarlo en coma; con escepticismo a Mary que se jactaba de poder redactarle un ensayo real maravilloso; con prudencia a Beatriz que se autodesignó dedicatoria y reservaba los tres primeros capítulos; con aburrimiento a Cecilia con quien podría redefinir el diccionario de la A a la Z; con agobio a Vania, un mito dispuesta a ser leyenda junto a él; con sorna a Raquel que le enseñaría la moraleja de la fábula que llevaría; con escrúpulo a Anabel quien se reconocía dueña de una enciclopedia y lo quería para sus memorias - pues todas le parecieron muy comprometidas-, y de registrar el número de Genara, que apostaba a ser el guión de su película, pues la consideró un desafío para el futuro, concretó una cita con Lía - quien sólo quería diagramar su portada-, para el lunes siguiente a las ocho de la noche en la casa de ella.

No previó que en realidad no estaba listo para más que un cuento breve, que ella incluso catalogó de refrán. Mucho menos pensó que la decepción traería consigo celo, mal y guerra y la imposibilidad de escapar de esa elegía, mas oyó con espanto cuando se disponía a abrir la puerta con los pantalones semipuestos y el resto de la ropa bajo el brazo:

-¿A dónde crees que Bach?



Continuará...

martes, 24 de agosto de 2010

Pedrito y el Lobo

Mucho tiempo después de haberle jugado al pueblo la mala pasada de hacerlos correr por el bien de su rebaño, ya nadie estaba dispuesto a escuchar los ruegos de Pedrito, lo que sintió mucho el día en que recostado en el pasto de la falda de la montaña ve correr despavorido a uno de los animalitos en busca de cobijo. Se armó como pudo y sin aliento llegó junto al resto de las compañeras de la asustada ovejita notando de inmediato que no se trataba de ningún lobo, pues el resto seguía pastando con tranquilidad. La ovejita también mentía.
Mas, a unos 27 metros del lugar, se escondía detrás de una rocas el zorro testigo, culpable, cómplice y soñador.

Continuará...

domingo, 22 de agosto de 2010

Un universo hundido

La labor de descifrar mis misterios es esencial para parar de desfallecer. Yo lloro con conocimiento de devenires no nobles que quedaron acá acabados. Te tengo fe febril que quema mis misiles, sus suspiros me merezco, su sustento has hastiado.
Si sigues lo locuaz locamente no notando mi mirada por portales sin síntesis en enero entenderás, os oscureceré tu tuición.
Sos sospechoso de destruir el elogio elegante que quería, sin sinceridades siniestras ni nimiedades, amar amargamente.
Ya yacen en entierro mi miedo, mi misión, la lágrima, la lástima, lo lozano, lo logrado... un universo hundido.

Continuará...

viernes, 20 de agosto de 2010

La Metamorfosis

Entra al departamento, las llaves en el comedor; el suelo recibe la tolerancia junto al moño torturador; el botón se desprende de su ojal, veinte kilos más la preocupación aparentista se escapan esta vez; los zapatos olvidados en la alfombra yacen inmóviles, y a su lado, el qué pensaran; las medias arrugadas caen, con ellas, la aceptación de la constitución social masculina; su mano abandona el anillo cargado de tradición superficial; las lágrimas borran el escudo de sus opiniones. Detiene sin preocupación su lucha con la gravedad. Se ha transformado al fin en lo que todo el día intentó ser.

Rancagua, 24 de Julio de 2003

Continuará...

miércoles, 18 de agosto de 2010

La Vicita Inesperada

Estaban todos sentados a la mesa terminando de servirse el plato principal, cuando el padre de Jacinta -todo un intelectual- queriendo humillar en su campo de expertís al nuevo amigo que llevara ella a cenar, que nada parecía pensar pues era todo lo que él llamaría un Sabelonada habiendo desperdiciado su vida desarrollando el cuerpo en vez de la mente, pues el Sr. Ampuero odiaba los deportistas, sobretodo los que renegaban de la naturalidad terrestre del ser humano, le dice:
-¿Y tú, Andrés, qué opinas del posmodernismo?
Antonio contesta:
-Sólo sé que nadar sé.

Y ahora entendemos por qué nos ofrecen un tecito. Mejor que conocer, reconocer. Mejor que citar, recitar. Pero mucho mejor es vicitar. Es agregarle un cubito de azúcar morena al tecito tacito... sutil y endulzante. El que, claro, en momentos de incertidumbre siempre se puede acompañar de un quecito.

Continuará...