Estaban todos sentados a la mesa terminando de servirse el plato principal, cuando el padre de Jacinta -todo un intelectual- queriendo humillar en su campo de expertís al nuevo amigo que llevara ella a cenar, que nada parecía pensar pues era todo lo que él llamaría un Sabelonada habiendo desperdiciado su vida desarrollando el cuerpo en vez de la mente, pues el Sr. Ampuero odiaba los deportistas, sobretodo los que renegaban de la naturalidad terrestre del ser humano, le dice:
-¿Y tú, Andrés, qué opinas del posmodernismo?
Antonio contesta:
-Sólo sé que nadar sé.
Y ahora entendemos por qué nos ofrecen un tecito. Mejor que conocer, reconocer. Mejor que citar, recitar. Pero mucho mejor es vicitar. Es agregarle un cubito de azúcar morena al tecito tacito... sutil y endulzante. El que, claro, en momentos de incertidumbre siempre se puede acompañar de un quecito.
Cultura Sofista
miércoles, 18 de agosto de 2010
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