Mucho tiempo después de haberle jugado al pueblo la mala pasada de hacerlos correr por el bien de su rebaño, ya nadie estaba dispuesto a escuchar los ruegos de Pedrito, lo que sintió mucho el día en que recostado en el pasto de la falda de la montaña ve correr despavorido a uno de los animalitos en busca de cobijo. Se armó como pudo y sin aliento llegó junto al resto de las compañeras de la asustada ovejita notando de inmediato que no se trataba de ningún lobo, pues el resto seguía pastando con tranquilidad. La ovejita también mentía.
Mas, a unos 27 metros del lugar, se escondía detrás de una rocas el zorro testigo, culpable, cómplice y soñador.
Cultura Sofista
martes, 24 de agosto de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario