martes, 15 de marzo de 2011

Sueño sin dueño



Iba ella, más bien incómoda, en su sencilla bicicleta -sin cambios, sin suspensiones, sin luces, sin espejos, sin frenos-, a más de cuarenta kilómetros por hora bajando por esa gran avenida que tenía una inclinación mayor a los treinta grados, suficiente para transformar su osada travesía en un accidente irreversible.

Alcanzó a ver el cambio de luz a la distancia, alcanzó a sentir la aceleración sobre la primera marcha de tanto auto, micro y camión que se encontraba tras el paso de cebra, alcanzó a sentir los gritos de los caminantes y el grosero bocinazo que, eso sí, esta vez cumplía su función.

Abrió los ojos e inhaló profundamente llegando, así, a sus pulmones un olor que sabía a un millón de posibilidades y a ninguna en particular. Miró caras, escuchó voces, pero nada más.

Fue ahí cuando la metáfora se enamoró del semáforo.

1 comentario:

Eärendil dijo...

De veras lo sentí dentro, como si lo hubiera vivido. Una vez me pasó, pero tuve suerte, fue despacio. Pero fui estúpido. Otras tantas estuve a punto. Es tan delgada la línea que nos separa de estar hablando ahora con haber fallecido en una de esas tantas veces...

Impresionante, me pongo de pie compita.

Siempre me preguntaba cómo lo hacían esos artistas profesionales cuando les decían: "a ver, compón una canción sobre tal cosa, o pinta un cuadro para tal evento, o escribe un libro sobre esto" y lo hacían con límite de tiempo más encima, onda "yap, lo paso a buscar la próxima semana?"

Bueno, la cosa es qe tú eres así, con los cuentos.

Besos :3