lunes, 22 de junio de 2015

Hoy por mí, mañana por mí

Tus codos en el suelo nunca me molestaron, realmente. Tu nunca en mi talón, nunca la percibí. Es que yo me quedaba con tu cuello en mis labios, tu lengua en mi lengua y tu corazón en mi tórax.

Me cuesta entender el descontento cuando pienso en la tranquilidad de tu mejilla en mi pecho, el agrado de tu palma en mi hombro, lo reconfortante de tu mirada en mi espalda. Sobre todo cuando me concentro en tu accesibilidad permanente de brazos dispuestos, piernas solidarias y frente inclinada.

Te digo que no lo entiendo porque te conozco y sé que eres fuerte, porque salimos adelante relevando manos y entrepiernas, los espacios de encuentros que tuvimos. A pesar de ese entrecejo atento a tu pulmón bajo mi garganta, tu garganta bajo mis intestinos, mi rodilla sobre tu cabello y mi inconsciencia sobre tu conciencia, aprendimos a continuar.

Pero a mí también me duele que te cueste reconocer que mi médula también incurrió en sacrificios. Te olvidas de que me propuse tener gratitud de tu memoria en mi existencia y paciencia a tus entrañas en mis muñecas. Quizás no lo logré, pero en tu síntesis pareciera que ni si quiera lo intenté.

No te culpo por ello, porque recuerdo con simpatía tu compañía y la valoro sin igual.

Por todo esto espero que no actúes intempestivamente, que reflexiones sobre lo que es mejor para ambos y que no desenfundes un rencor innecesario tras el pico en el ojo que te dejo como legado.

Te quiero mucho.

No hay comentarios: