La niña sujeta el globo fuertemente, evitando que aquel temporal se lo lleve lejos. Aquél que protegió desde aquel día de verano en que iba rumbo a la plaza con la simple intención de alimentar pájaros. Lo encontró atado a una baranda como deseoso de que lo cogiera y, aún sin quererlo, se lo llevó.
Aunque pareciera ser sólo un globo, ella lo quería, le agradaba su compañía, lo cuidaba y atendía y el globo no se iba, ahí estaba.
Hasta que llegó el temporal, que sin esforzarse demasiado arrebató del débil puño de la niña al globo que no se resistía, ya parecía querer irse.
Ya sola en la amarga vereda, la niña mira cómo se aleja su globo en el cielo negro y cruel. Su amigo, su compañero.
Nunca se volverán a ver. Sólo falta pedir la cuenta.
Cultura Sofista
miércoles, 19 de agosto de 2009
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1 comentario:
Al menos quedamos nosotros, los imprescindibles.
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