los efectos del habla castellana en latinoamérica. Que han dejado de dominarnos hace 100 años, que su opinión sobre nuestros conceptos está obsoleto y que no debe ser atendido.
Tales cosas se dicen por ahí. Mas por acá nos entretiene observar el trabajo detrás de este diccionario de la Lengua de 2, 10, y cuántos tomos que han salido desde... desde.
Entre palabra y palabra se descubre la siguiente:
fome.
1. adj. Chile. Aburrido, sin gracia.
Idea no afin a esta palabra en otras localidades latinas de habla hispana.¿Será un nuevo motivo para sentirnos orgullosos? ¿Será tal la falta de gracia que tenemos que, de acuierdo a ésta, se haya creado especialmente este concepto para describirla? ¿Somos los fomes por excelencia?.
Probablemente no.
Mas, lo que interesa es que, según las reglas estrictas que definen el lenguaje, este compañero de letras carece de un supelativo.
Y no es que algo no pueda ser excesivamente fome- ejemplos hay muchos-, sino que no se le ha creado el texto pues no suele necesitarse una palabra para aquello.
Sin embargo, los comunicativos humorísticos, que han estado más cerca de lo fome porque, precisamente, forma parte de ellos, más allá de la necesidad, han llegado a la satisfacción de bautizar el concepto.
Por supuesto que no se les adjudica el mérito, pues no ha sido auténticamente creado de la nada, como todo. Sino que ha sido la lógica secuela de una serie de superlativos anteriores y de mucho menor contundencia calificativa.
"Sr. Fredes temo decirle que su idea es faumérrima".
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