Odiaba ser confundido. Odiaba ser saludado tan afectuosamente por extraños. Odiaba recibir buenas notas que no eran para él.
Fue a la peluquería del frente, al supermercado y también a la zapatería.
Camino a la escuela, se encontró comprando chocolates en el almacén de la esquina.
-¿Qué hago comprando chocolates?- le dijo.
-Pues, eso es lo que debiera estar haciendo.
Le creyó. Él era Diego. Les dio la razón.
Al día siguiente continuó atendiendo el videocentro más cercano.
Cultura Sofista
miércoles, 31 de octubre de 2007
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