Cultura Sofista
domingo, 5 de abril de 2015
El otoño sin patriarca
TENGO un recuerdo muy nítido de un momento que aún no ocurre. Un sueño, querrás decir. No, porque los sueños -por muy profundos o recurrentes que sean-, se siente que son ficción, se saben irreales. Esto es real, es un recuerdo. Entiendo. Entonces no es un sueño, sino un deseo. No es un deseo, porque en los deseos todo siempre sale bien. Deseo es lo que se pide cuando uno se encuentra con la magia, y ésta consiste en una fantasía en la que no hay lugar para el error, menos para el dolor. Aquí hay groseros baches e irreverentes traspiés. Te lo digo, es un recuerdo. Ya veo. Creo que empiezo a entender. Los sueños dependen de la paz y los deseos de la pasión, y ninguna depende de uno, eso las hace volátiles y a sus productos, etéreos. Lo que uno controla es la voluntad. Ese recuerdo no es un sueño ni un deseo: es una meta. No. Las metas responden a objetivos, tienen propósitos que las guían y definen. Mi recuerdo existe y es tan concreto como claro, pero no tiene motivo alguno. Es un recuerdo, sin duda, sólo que aún no ha ocurrido. Mmm, todo eso es muy acertado, lo es. Ahora sé que aquello de lo que me has estado hablando todo este rato es una idea. No, te equivocas nuevamente. Las ideas son vagas y abstractas y por mi parte sé exactamente donde empieza, donde termina y en qué consiste mi recuerdo. ¿Qué es lo difícil de entender? No considero que haya un conflicto de entendimiento, sino de convicciones ¿ves a ese hombre en cuclillas cerca de la banca de tu derecha? ¿ves como juega con esa niña que va en su bicicleta? ¿ves su sonrisa dolorosa? ¿ves el perro de peluche nuevo que está en la banca? Él seguramente es un padre divorciado que sólo ve a su hija, aquella niña, fin de semana por medio y que desearía poder verla más. Él mantendrá viva en su memoria toda esta tarde durante al menos dos semanas, hasta que ella lo vuelva a visitar. Eso sí que es un recuerdo, ¿en que consiste el tuyo? Aquel hombre del que hablas fue mi vecino por casi diez años. Mi recuerdo es que me encontraba en una banca un día de otoño como este, mirando una niña andar en su pequeña bicicleta cuando de pronto veo que su padre -un tanto más golpeado que en su juventud-, no es otro que mi antiguo vecino, y luego de que él también me reconociera me levantaba e iniciaba una larga y perenne conversación. ¿Y por qué estás de pie? Porque lo que no recuerdo es qué me ataba a seguir perdiendo mi tiempo contigo. Me voy a saludar a mi vecino. Hasta luego, entonces, estimada. Hasta luego no, Sr., hasta ahora.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario