martes, 10 de junio de 2014

Límites acotados

SI ESTABA ahí, frente a la bifurcación con nula idea de hacia dónde ir, era porque toda la vida le había puesto infinita más atención a las preguntas que a las respuestas.

De no haberlo hecho, sabría lo que le esperaría hacia la derecha. Sabría de aquella casa con un balcón lleno de amigable desorden, que habla de dos, que habla de proyecto a medias, de concilio y paciencia. Sobre el desorden, cenizas, y sobre las cenizas, pelos y sobre los pelos, más pelos, de gato, de perro y cómo no, de humano. Y tras el balcón, una cama amplia, deshecha, vacía, pero no sola. A un costado de la cama, una mesa con tres niveles, con libros, con un vaso, con basura, con cuadernos, con lápices, con revistas, con cajas, controles. Al otro lado de la cama, una mesita con una radio, unos discos, un cenicero y un plato. Son cuatro paredes, como esas vilipendiadas cuatro paredes de la política, y como tales, son cuatro paredes que albergan planes, complots y peleas; pero también dientes, párpados, sol y arcoiris. Es un ventanal con su balcón, dos puertas y un cuadro de dos por tres, un cuadro fugaz, quizás, un cuadro mitad surreal mitad impresionista, un cuadro orador, al fin y al cabo. Una puerta con sus lozas y la otra con su escalera. Por último, una cómoda incómoda, una cómoda cómoda, una silla silla, una alfombra alfombra, una lámpara lámpara y un escondite. Bajo la escalera, complementos, rellenos, necesidades, trabajo, comodidades, caprichos, lujos y un jardín. Y en el jardín, un árbol. Y en el árbol, raíces. Y en las raíces, tú.

De no haberlo hecho, sabría incluso lo que le deparaba la izquierda. Sabría, en este caso, de un departamento, preciso, amoblado, coherente, amigo y propio. Sabría de esas cuatro habitaciones, cada una con su nombre, cada una y su color, cada una y su olor, cada una y su lor. La primera, verde, cama, notas, vista, teclas, sábanas, palabras y sudor. La segunda, blanco, eso, lomo, canto, polvo, ellos, ustedes, fuego, jugo y son. La tercera, miente. Y la cuarta, azul, todo, esquinas, mares, esto, cerros, puertas, branqueos, sonrisa, ceño y tú.

Miró un camino, después el otro. Sacó el celular del bolsillo, lo hizo girar con sus dedos, pidiéndole permiso para no usarlo; lo guardó. Sacó una moneda, la volvió a guardar. Se mordió los dedos, se tocó el pelo, puso el mentón en su esternón, se olió las palmas, se abrazó y se encuclilló. Acto seguido, se levantó, se dio la vuelta, te miró, se empinó, te abrazó, se despidió y se fue a escuchar respuestas.

No hay comentarios: