domingo, 25 de mayo de 2008

Miedo a Miedo

En algunos sentidos de la coloquialidad, entendemos que fobia es sinónimo de odio. Si atendemos las definiciones consensuadas, notaremos que para nada lejano estaría tal interpretación, a pesar de que, en estricto rigor, tal sentencia esté más cercana al miedo.
Ocurre que ambos conceptos no están tan alejadas el uno del otro como a algunos huraños les gustaría. De hecho, aquí, en el césped de la osadía, llegamos a concluir y establecer que son sinónimos dependientes del tiempo.
No es sólo lógico, sino que, además, inevitable odiar lo que uno teme.

¿O es que la exposición absoluta y el nulo control de lo que nuestros órganos hacen, dicen y piensan puede llegar a ser -más que interesante- agradable?
En aras de encontrar un sólido respaldo a semejante aserción, llegamos a los inicios de la creación del lenguaje.
Entendamos por qué tiene nombre las cosas, por qué hay cosas que no tienen nombre, así como por qué hay cosas que tienen más de un nombre. Por esta ruta llegaremos a identificar nuestras propias personalidades, pues por muy antiguos que sean, renombrados y talentosos, quienes comenzaron a desarrollar la innata habilidad para comunicarse fueron seres humanos con las mismas características que cualquier congénere del planeta hoy mismo.
No es extraño ya, evocar el magnifico ejemplo que alguna vez una sofista citó. Una vez llegados los españoles a las tierras que posteriormente llamarían América, se encontraron con civilizaciones con vastos lenguajes estructurados que carecían del concepto de "venganza", por lo que no había palabra para ésta en su vocabulario. Esto nos dice nada más, que las lenguas, vivas como son, no están determinadas por ninguna regla, sino que son estas últimas la que intentan, muchas veces, en vano comprenderlas y hacerlas perdurar.
Sin embargo, interpretando, al mismo tiempo, al más ferviente opositor, se recuerda la coloquial expresión de orígenes musicales "Me asusta, pero me gusta", que postula esencialmente lo contrario; que responde afirmativa y enfáticamente a la anterior interrogante. Lo que no nos sorprende, sobretodo si reoconocemos, en la línea argumentativa reciente, que nuestro lenguaje conoce los conceptos Intrepidez, Arrojo y Osadía.
Destacamos que esto no devalida de manera absoluta la primera propuesta, puesto que puede no ser otra cosa que un gusto por el sinónimo temporal del miedo, el odio; punto en el recordamos, también que conocemos, luego de Masoch, al Masoquismo.
Abusemos y definamos al coraje como la fobiofilia, y al temor como la fobofobia, definiciones que podrían indistintamente tener uno u otro conceptos asociados dependiendo de la calidad de los interlocutores. Mas, interpretando antojadizamente a la mayoría interlocutora, no hacemos más que corroborar la definición inicial.

¿Qué hay de nosotros, compañero Diego?
Nosotros somos nosotros, no otros.

No hay comentarios: