Vi llover, vi un pájaro armar su nido, vi el nítido entendimiento en los ojos de un ternero, vi la autenticidad del afecto detrás de un abrazo urgente, sentí el barro de un río desplazarse hasta las rodillas, sentí el miedo escaparse sin el futuro de nadie, probé el amargo de la poesía huérfana, viví la irrelevancia del demasiado tarde.
Pero todavía le hablo, porque su indiferente realidad es menos impregnable que el recuerdo amable que me conversa en su nombre.
Cultura Sofista
martes, 28 de diciembre de 2021
Todavía
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