¿CUÁNTO hemos aprendido, ya, de la vida celular? La vida del que sin ganas de atender a lo visible, se avoca a lo invisible. Teniendo una familia y amigos enfrente, prefiere el diálogo sostenido con sistemas automatizados de oferta comercial, el aporte decimal a una discusión aperenne, la lectura silenciosa de palabras que no irán a ninguna parte, por lo que pueden esperar. No siempre lo esencial es invisible a los ojos, quizás sí a los cojos, pero aquellos que perdieron un ventículo, no un artículo... activo, una articulación.
Así perdemos la capacidad de conocernos, de recordarnos, de vivir de corrido, de percibir los detalles que luego los libros de historia no son capaces de explicar, de sentir el afecto dedicado y personal que no se compra ni se aprende, de esperar, de esperar y de esperar.
No es aquél un servidor de la humanidad, es hoy la humanidad que lo posee la que está al servicio de él. Y se burla de nosotros por ello, el muy insensible.
Claro, también es capaz de demostrar cariño. Entel, nos preguntamos si es él realmente el problema o le echamos la culpa para sentirnos más humanos.
Sólo nos queda esperar que pase de moda, esperar que sea solo una moda y esperar que seamos aún humanos para entonces. Esperar la espera, esperar la espectativa y esperar la esperanza. Sin desesperar.
Cultura Sofista
sábado, 26 de febrero de 2011
Animoácido
lunes, 21 de febrero de 2011
Año Zywba, el Año del Oriol
Me encontraba por protocolo en la casa de unos desconocidos, inmerso en una conversación sin polémicas ni excavaciones por lo que participaba con respetuosas pero desmotivadas frases de propaganda. Por lo que no sin sorpresa tuve la oportunidad de escuchar una gran historia del siglo XVII sobre Gaspar Zywba, señor de Albacete, que se narra de la siguiente manera:
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Gaspar Zywba -quien hacíase llamar Gaspar Oriol para esconder su origen inconveniente-, era un señor burgués dueño de unas tierras ubicadas en Albacete, España, y, debido a la obra de sus antepasados en el sector, poseía gran influencia sobre todo el poblado en un radio de unos diez kilómetros.
Culto, inteligente, bondadoso pero estricto e impertérrito, Gaspar Oriol se pasó la mayor parte de su vida dedicado a mantener el orden en sus tierras junto a su irremplazable e impostergable pasatiempo, el estudio de las ciencias. Así fue como, al hacerse mayor, se vio inmerso en su propia compañía, lejano del pronóstico de una boda y mucho más distante de una familia de su propiedad.
Dentro de todas las áreas del conocimiento, tenía una particular afición por los calendarios, rama particular de la astronomía, de modo que en todo el poblado había una clara noción del día exacto en que cada cosa ocurría, lo que favorecía bastante las labores de cultivo. Como no ocurría ni en las grandes ciudades, cada habitante sabía con exactitud la edad que tenía y la de sus hijos, los años que llevaba trabajando, los días de enfermedad, los días que faltaban para el pago de impuestos, en definitiva, un orden que se adelantaba a la época.
Si bien la población no gozaba de libertades ni mayores derechos y lamentaban el arduo nivel de trabajo que tenían que cumplir de acuerdo a los estándares del señor Oriol, la mayoría no se quejaba y disfrutaba de las generosas regalías, en contraste con otros burgueses, que Oriol les ofrecía. La vida en la ruralidad de Albacete era tranquila, privada de las libertades de nuestros siglos, pero segura, por lo que más que rechazo hacia la figura de Gaspar Oriol, había cierto respeto y necesidad creada de su fuerte presencia.
El tiempo pasaba y Gaspar Oriol no se hacía más joven, al contrario, sabía que debía encontrarse al borde de la muerte, pues, producto de una serie de osadas exploraciones entre arrebatos científicos, había sucumbido a múltiples enfermedades.
Ya a sus 27 años, decidió que no habría de pasar de los veintiocho. Fue entonces cuando hizo público un contrato con su región, en el que explicitaba la herencia de sus tierras a todos y cada uno de los habitantes y granjeros de la misma, lo que se haría efectivo el día mismo en que cumpliera veintiocho años, a saber el 25 de mayo, día de Santa Sofía, de 1625 d.C., fecha en que él mismo contaba con que fuese su último día de aire.
La revelación de tal noticia generó tal revuelo entre los habitantes de los alrededores de Albacete, con una mezcla entre solemnidad y alegría, que muchas labores fueron descuidadas. La efervesencia fue fomentada por las palabras del señor Oriol en la ceremonia de comienzos del año(1625), a quien el júbilo de su gente por el día de su muerte sólo lo alegraba más respecto a un hecho que él ya había asumido con total tranquilidad.
"Veintiocho años de experiencia, veintiocho de aprendizaje. El universo del conocimiento es infinito, pero como ni cien años son suficientes para digerirlo todo, me siento satisfecho y cumplido con mi oportunidad y espacio en esta historia. Veintiocho años de naturaleza y de sol no sólo son bastante... son bastanto, tanto cariño, tanto aprecio, por la vida y por la tierra".
Sus palabras recorrieron los diez kilómetros de radio donde su nombre además era renombre, si bien había un dejo de melancolía en la espera, predominaba una sana ansiedad.
Un día Veintiocho, a Veintiocho días del día en que cumpliría Veintiocho, comenzó la cuenta regresiva comunitaria. Cada casa, cada posada, cada granero, registraba el número de días que faltaba para su libertad y para la liberación de Don Gaspar Oriol.
Y, así, un veinticinco del cinco del veinticinco, cual vaticinio, Zwyba dejó de respirar en el mismo instante que la gente que poblaba los diez kilómetros a la redonda de su lecho comenzó a hacerlo.
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DE ESTA MANERA, se instala en la región y en lugares remotos y más remotos la conmemoración del Año Zywba, o Año del Oriol, que sólo los más afortunados tienen la oportunidad de vivir*. Tal año consiste en que cuando ocurre que la cuenta regresiva desde tal en que se cumple tal comienza exactamente un día tal. Para tal ocación, el festejado, o su familia, debe realizar una acción benéfica cada día que antecede al día de Oriol, su cumpleaños, culminando con una celebración de alegría y regocijo brindada por él mismo.
Es costumbre, sobretodo en la zona de Albacete, calcular el año de Oriol de cada recién nacido, llegando incluso, en muchas ocaciones, a interferir -en la medida del lo posible- en la fecha de nacimiento de cada niño para que puedan vivir su Año Zywba.
El festejo refleja lo mejor de los vestigios de los valores de una población que ha aprovechado sus costumbres por años para mejorar su entorno en vez de castrarlo y reprimirlo, espíritu que hoy ya no tiene barreras políticas ni geográficas y puede sentirse en particulares lugares de todo el espectro de la cultura occidental.
*Matemáticamente, sólo aquellos cuya relación de paridad entre su día y el mes anterior al suyo sea inversa, vale decir (par, impar) o (impar, par) respectivamente, cumplen con el requisito para celebrar el Año de Oriol.
sábado, 19 de febrero de 2011
Comprando chocolates
Odiaba ser confundido. Odiaba ser saludado tan afectuosamente por extraños. Odiaba recibir buenas notas que no eran para él.
Fue a la peluquería del frente, al supermercado y también a la zapatería.
Camino a la escuela, se encontró comprando chocolates en el almacén de la esquina.
-¿Qué hago comprando chocolates?- le dijo.
-Pues, eso es lo que debiera estar haciendo.
Le creyó. Él era Diego. Les dio la razón.
Al día siguiente continuó atendiendo el videocentro más cercano.
¿Y, nos preguntamos, dónde podíamos encontrar ese videocentro? Pues hace rato que nos vemos comprando chocolates.
sábado, 5 de febrero de 2011
Porquería, por supuesto
Toda vida tiene su grado de dificultad y su respectivo dolor asociado, incluso si se intentase describir el caso hipotético de quien no tiene dificultades, esta precisa carcterística es lo que genera la dificultad y el dolor. Sin embargo, esto no es razón para evitar ser uno mismo causal de alguna de estas dificultades. Por ética, por decencia, por cariño, por favor.
Rgua, inicios del siglo XXI